Tu primer cuento, al filo de la luz
Mi mamá no es una mamá cualquiera.
Es una mamá especial.
Las personas especiales
hacen magia con tus ojos.
Los hacen brillar
como cuando miras
un fuego ardiendo
o una catarata inmensa.
Y les enseñan a ver mejor
las cosas que pasan en silencio.
Mi mamá es especial
porque cuida mi mirada
antes incluso de que la tenga.
Así:
Me cuenta lo que hay afuera con sus manos
como si estuviera amasando un pan muy rico.
Porque mi mamá hace pan
y otras cosas buenas
que la gente ya solo sabe comprar
porque no tiene tiempo para mirar
ni para hacer fuegos.
Es que a veces mi mamá
no quiere hacer las cosas
como el resto de la gente.
Por eso se viste
con los colores del arcoíris:
para acordarse de que no todo
debe ser blanco o negro…
…y se pone muchas cosas colgando de las orejas,
como los amigos de mamá que tienen la piel negra.
A mamá sí que le gusta esa piel negra,
tal vez porque un día la pintó
para siempre el buen fuego.
Y yo le pido
que me cuente cosas de sus amigos
y que un día me dé
un hermanito de su color.
Mi mamá también es especial porque,
aunque ella tenga mucho frío,
a mí siempre me hace sentir
como si todo fuera calor.
Yo creo que me regala todo su fuego,
por mucho que a ella
también le haga falta.
Pero no me lo dice.
Las personas especiales son así:
dan porque sí, dan sin darse cuenta de lo que dan.
Tengo ganas de conocer a mi mamá.
Y a su amigo especial, que no tiene la piel negra
ni hornea panes ni se pone anillos en las orejas;
pero que también despierta magia en mis ojos.
Lo sé porque, cuando me hace cosquillas en los pies
con su mejilla llena de pelos,
mamá se pone muy contenta
y es como si echaran otro madero a su fuego.
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